Es verdad esa frase tan repetida de: No se nace sabiendo ser Mamá o Papá.Quizá una aprende a ser más fuerte cuando tiene un hijo, para albergar y sostener, pero en algún lugar secreto, ahí, donde guardamos para que no se rompa, se vuelve más, mucho más vulnerable que antes.
Más frágil, más humana. Es así, y está bien. Si no, Cómo seríamos capaces de acompañar a nuestros hijos?.
Todo lo que los toca, nos toca. Lo que los hace felices, nos llena de sonrisas. Lo que les duele nos duele. Una va amando sus preferencias, sus sueños, sus deseos, sus amigos. Sus juguetes elegidos, sus escondites secretos. Su escuela. Confiando en hacerlo bien. Tratando de no equivocarse. Una quisiera tanto protegerlos. Encontrar la manera de que sepan que el amor de los orígenes está siempre.
Para que puedan ir tan lejos como necesiten. En toda certidumbre. El fuego del hogar encendido. Para ellos. Por ellos. Como en una imaginaria chimenea. Cuando están acá. Y cuando están allá.
Mirándolo de lejos, pensé: 'A qué hora creciste?...mi bebecito de voz dulce, es ya casi un hombre'.
Su presencia es una gran dosis de Oxigeno.
Un día, el Mundo vuelve a ordenarse... distinto, es cierto, irremediablemente distinto... Pero se va ordenando.